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Festivales, malditos festivales

Resulta difícil explicar a un técnico joven, que acaba de terminar su grado, la dificultad que entrañaba la mezcla de un festival de varios grupos antes de que aparecieran las mesas digitales. Esta tarea era complicada tanto para la mezcla de PA como para la de monitores.
Las mesas digitales tienen normalmente dos herramientas muy potentes que son imprescindibles a la hora de mezclar varios grupos con un mismo control. Por un lado tenemos la posibilidad de grabar escenas, y por otro la de realizar tantos “Snap shots” como queramos. Un snap shot es una fotografía de la configuración de la mesa en un momento dado. Por supuesto a partir de esta fotografía podemos recuperar el estatus de la mesa, pero normalmente no podemos fotografiar configuraciones de entrada y salida de la consola. Por eso, yo siempre guardo en las escenas la configuración para los grupos (artistas), y en los snap shots la configuración para las canciones.
Además normalmente en los grandes festivales se montan controles dobles. Mientras en el escenario está tocando un artista con el control 1, se va preparando el control 2 para el siguiente. Y así se van alternando sucesivamente. Pero situaros mentalmente en los años 80 y hasta mediados de los 90. En esta época no existían las mesas digitales, y si existían eran demasiado caras. Además los 80 fue una década donde los festivales de música proliferaron como las setas después de una semana lluviosa. Voy a explicaros como se desarrollaban estos festivales en esta época tan “maravillosa”.
El presupuesto.
Por razones que no vienen al caso, estuve muy involucrado en presupuestos para ayuntamientos organizando festivales de muchas bandas. El primer inconveniente era explicar al edil o concejal de turno (cuando no directamente al alcalde), que era necesario montar dos controles de PA y dos controles de monitores. En los 80 España acababa de salir de una dictadura de 40 años y el rock y el pop era algo que estaba arrancando a nivel popular. Sin embargo, tengo que reconocer que en los 60 y 70 en España existían artistas de pop-rock de primer nivel. Los Bravos fueron número uno internacional con “Black is Black”, Mocedades vendieron millones de copias en los USA en plena efervescencia hippie. Raphael llenaba teatros en Francia (bueno, vale, no era pop sino más bien canción ligera). Había muchas bandas muy interesantes y también artistas individuales con mucha proyección internacional. Pero realmente creo que hasta los 80 no existió en España la cultura del festival. El problema era explicar a los responsables de los ayuntamientos, que normalmente desconocían el funcionamiento y las implicaciones de los festivales, como se desarrollan estos eventos. Y sobre todo cuanto puede llegar a costar toda la tecnología que implica un festival de este tipo.
Pero al final, llegabas a un acuerdo y tocaba entonces fijar un horario para desarrollar el evento.
El montaje del escenario.
De esa época me viene la manía de que no me convoquen a ningún festival hasta que la iluminación este perfectamente terminada. Pues en aquellos tiempos no había manera. Llegábamos a montar sonido, e iluminación no había terminado de montar. Tocaba esperar tomando cervezas, o incluso irse a comer, merendar y cenar.
Los escenarios normalmente corrían a cargo de los propios ayuntamientos, puesto que suelen tener este tipo de estructuras que utilizan para otros eventos. Pero los cerramientos que usaban dejaban mucho que desear. Puedo contaros que en uno de estos festivales un guitarrista saltó desde la tarima de la batería y desapareció de repente al llegar al suelo. La gente en un principio pensó que era parte del show. Cuando apareció la ambulancia, todo el público comprendió que el entarimado había cedido y el guitarrista cayó por la estructura rompiéndose varios huesos.
La prueba de sonido
Si tenemos un festival con 5 bandas locales (por ejemplo) más un cabeza de cartel de categoría nacional, son un total de 6 artistas a probar. Teniendo en cuenta además que no disponemos de mesas digitales y que hay que hacer mapas de configuración de la mesa (tanto en PA como en monitores) y realizar múltiples “truquitos” para poder apañarte, y con un mínimo de media hora por grupo, más otra media hora para el cambio de stage y reconfigurar mesa y equipos externos, nos sale un total de 6 horas. Es decir, lo ideal sería hacer la prueba el día anterior porque si no, cuando empieza el festival ya tienes los oídos (y la paciencia) agotados. Realizar la prueba el día anterior supondría un día más de facturación, cosa que el cliente final (el ayuntamiento) no aprobaría. De hecho no recuerdo haber participado en ningún festival en el que la prueba de sonido hubiera sido el día anterior. La única solución era acortar la prueba de sonido todo lo posible. Intentábamos que los 30 minutos de rigor se convirtieran en 10. Pero, algunos grupos con mucha experiencia ya se conocían el percal, sabían que las primeras pruebas serían más largas que las ultimas, puesto que a medida que se acercaba la hora del concierto nos íbamos quedando sin tiempo programado. Estos grupos lo que intentaba por todos los medios era probar cuanto antes. Os podéis imaginar los follones que se montaban para establecer las escaletas. Siempre había un retraso en el comienzo del show como mínimo de dos horitas. Recuerdo un festival en que las cosas llegaron a ponerse muy violentas entre los artistas. El supuesto cabeza de cartel era Rainbow con el mismísimo Ritchie Blackmore a la cabeza, también tocaban UFO con Michael Shencker y unos jovencillos que empezaban que se llamaban Def Lepard. Al final y después de dos horas y media de retraso generado por el tema de la escaleta, el primero en tocar fue el grupo Rainbow.
El festival
Teniendo en cuenta que cuando empezaba normalmente ya no oías nada porque llevabas 12 horas trabajando, lo único que intentabas es que al menos se ”oyera todo”. Es decir que todos los instrumentos tuvieran su plano sonoro. Tenías un mapa de los canales que había que activar para cada artista, más una serie de canales de retorno de efectos y dinámica que había que cambiar de configuración entre grupo y grupo. Aquí era donde más tiempo perdias, porque los canales normalmente los activaba el asistente, y dependiendo del artista tenías que reprogramar las cámaras de Reverb y los compresores y puertas. Al final, a medida que iba cogiendo experiencia me di cuenta de que cuanto más simplificara todo, mejor iba a ser el resultado final. Usaba una única Reverb para todo el festival, no comprimía canales sino solo agrupaciones de instrumentos (a no ser que la mesa tuviera dinámica incorporada), y tampoco utilizaba puertas de ruido a no ser que fuera estrictamente necesario. Si algo aprendí en aquella época fue a usar soluciones sencillas para problemas complejos.

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